De niño, ¿fue un estudiante aplicado en la asignatura de Historia o fue de los que nunca logró memorizar la lista de los Reyes Godos?
José Calvo Poyato (JCP). Me gustaba la historia de pequeño. Disfrutaba oyendo como algunas de ellas me las contaba mi padre —entonces no había televisión en las casas—, no tuve que aprenderme la lista de los reyes Godos. He oído decir a algunas personas que a ellos los obligaron, pero creo que hay algo de leyenda en eso.
¿Cuándo comenzó su idilio con la historia? ¿Cuándo decidió convertirla en su profesión?
JCP. Decidí estudiar Historia después de terminar el bachillerato de ciencias. Tenía ya diecisiete años.
En su obra, “Momentos estelares de la Historia de España”, reflexiona sobre momentos cruciales en los que los poderes fácticos adoptaron decisiones que condujeron la historia de nuestro país por unos senderos específicos y no por otros. Uno de esos momentos, fue la expulsión de los judíos, ¿cómo cree habría sido España si esa decisión no hubiese tenido lugar? ¿Qué habría supuesto para nuestro país y para el Nuevo Mundo?
JCP. No lo sé. Eso no es historia. Historia es lo acontecimientos que acaecieron y lo que ocurrió en 1492 es que los judíos, que no aceptaron el bautismo, fueron expulsados. La monarquía de los Reyes Católicos seguía la estela de otros países de Europa que habían tomado esa medida mucho antes. Señalo esta cuestión porque, a veces, hay quien piensa que los judíos solo fueron expulsados de España. Quizá, con los judíos en España, los grandes recursos en oro y plata que llegaron de las Indias no hubieran estado de paso, como decía Quevedo, y terminaran en manos de banqueros genoveses, alemanes o flamencos con los que la corona siempre estuvo endeudada. Algunas familias judías eran titulares de grandes casas de banca.
Una cosa es la investigación histórica y publicar libros de Historia, y otra muy distinta, escribir novelas históricas, ¿qué le llevó subirse al tiovivo de la imaginación?
JCP. Hace ya bastantes años, a mediados de la década de los noventa del siglo pasado, decidí escribir una novela cuyo protagonista era Carlos II, el último rey de la Casa de Austria en España. Como novelista podía tomarme ciertas libertades que el historiador ni podía ni debía tomarse. Añadiré que en una novela histórica hay ficción, pero los hechos no se alteran. Si los alterásemos estaríamos escribiendo otra clase de novela, pero no escribiríamos novela histórica. Además, en una novela histórica, tal y como yo la concibo, su desarrollo debe tener en cuenta la época en que transcurre la novela y la ficción debe ser verosímil respecto a ese periodo en que la gente viste, come, se divierte, tiene una escala de valores… que son las propias de la época y que, desde luego, son muy diferentes a las formas de vida de nuestro tiempo.
Parece que en algún momento de su producción literaria le atrajeron mucho las figuras femeninas que quebraron moldes y se rebelaron contra los límites que les habían sido impuestos… Hipatia de Alejandría protagonizó su novela “El sueño de Hipatia”; Caterina Sforza “La dama del dragón” y Mariana Pineda, “Mariana, los hilos de la libertad”. ¿Qué les deben las mujeres y los hombres de hoy a estos tres personajes?
JCP. No sabría decirle que le debemos, exactamente. Pero en su tiempo rompieron, como usted dice muy bien, moldes. Cuando se conoce algo de ellas y se profundiza en sus vidas pueden tomarse como ejemplo y, desde luego, pueden ser referentes para nuestro tiempo, aunque he de señalar que las situaciones que se vivían en determinados momentos históricos, como he señalado antes, son muy diferentes a las situaciones que, por ejemplo, vivimos hoy.
En su novela, “La Biblia negra”, que comienza en el Toledo del siglo XV y acaba en el Madrid de siglo XX, nos habló de un libro misterioso, El libro de Abraham, un tratado de alquimia que desvela los secretos de la producción de oro. La codicia y la ambición jalonan la trama de la novela. Dígame, como historiador, cree que la codicia humana ha sido y/ o es el motor de la Historia.
JCP. Hay sentimientos de los humanos que no varían con el tiempo. Es el caso del amor, del odio, de la cobardía o del valor. Por su puesto también ocurre con la generosidad y la codicia. Aunque pienso que no sólo ha sido la codicia el motor de la historia, sí creo que ha jugado un papel importante. La codicia de tener mas tierras, de conseguir riquezas. Conseguir riquezas, por ejemplo, fue uno de los grandes estímulos de buena parte de los conquistadores españoles y, por su puesto estimuló la configuración de otros imperios. Creo que junto a la codicia han estado también el afán de poder. Ha habido estímulos religiosos y… sexuales. Recuerde la guerra de Troya. Pero he de añadir que la humanidad se ha movido también por otros motivos mucho más altruistas que ese.
En 2009 escribió “El sueño de Hipatia”, cuya acción transcurre en el siglo IV y también en el XX. En ambos momentos usted recrea (con las adaptaciones obligadas a cada centuria) manifestaciones de dogmatismo e intolerancia. Dígame, con la mirada puesta en el transcurrir de los siglos y en los diferentes actores de la Historia de la Humanidad, ¿cree que la cultura podrá, finalmente, triunfar sobre la brutalidad y el terrorismo?
JCP. Hubo un tiempo en que pensé que eso era posible. Pero actualmente no soy optimista. La escala de valores que prima en nuestra sociedad no invita, precisamente, al optimismo. Asistimos en los últimos tiempos a manifestaciones cada vez más numerosas e intensas de intolerancia y consecuencia de ello son actos de brutalidad, tanto a nivel individual como colectivo. La codicia, que usted señalaba antes, es una realidad muy presente en nuestro tiempo. Hay intolerancia religiosa, intolerancia racial, intolerancia cultural… No, no soy optimista, más bien al contrario.
Ha sido profesor de Historia (nos consta que muy apreciado y querido por su alumnado). ¿Qué papel juega la asignatura de Historia en la construcción del sujeto como ser humano y como ciudadano?
JCP. La historia nos enseña a conocer el pasado, que no es sino el camino que nuestros mayores recorrieron para que nos encontremos actualmente en un determinado sitio. Ese conocimiento nos permite explicar mejor la realidad en la que vivimos. Por lo tanto, entiendo que las personas pueden entender mejor el presente, sabiendo del pasado y, en ese sentido, ser mejores ciudadanos. No debemos olvidar que la historia es maestra de vida.
¿Es posible la reconciliación con la propia Historia?¿Es posible el abrazo con otras culturas, precisamente, a través de la asignatura de Historia?
JCP. No creo que tengamos que reconciliarnos con nuestra historia, debemos conocerla para aprender de la experiencia del pasado y tratar de no cometer los mismos errores en los que ha caído la humanidad. Sin duda, nos ayudará mucho a entender mejor al otro y saber que no se está en posesión de la verdad. Que otros tienen sus propias verdades y que ellas han dado lugar a culturas diferentes a la nuestra. Nosotros hemos analizado el pasado desde un punto ve vista europeo y en otras partes del planeta había formas culturales y civilizaciones, en algunos momentos, diferentes a la nuestra y en algún caso más desarrolladas y no me refiero a culturas prehistóricas.
¿Qué falta por hacer en la asignatura de Historia?
JCP. Creo que es fundamental no utilizar la historia como materia de adoctrinamiento, darle la importancia que tiene para situarnos lo más adecuadamente posible en el mundo que nos ha tocado vivir y permitir que se pueda conocer algo mejor. Eso es algo que, con los recientes planes de estudio, resulta cada vez más complicado. A veces pienso que hay quien está interesado en que cuanto menos sepamos, mejor.
Entrevista realizada por María Viedma
María Viedma
Escritora
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