GÉNESIS DE UNA ESPECIE

— ¿De dónde surge «Génesis de una especie»?

La novela se empieza a escribir en el 2012 y esto ocurre casi sin querer. Obviamente la historia hacía tiempo que estaba en mi cabeza, pero sin una intención seria de ponerla negro sobre blanco. Menos aún de publicarla, lo cual sí que fue un hecho del todo inesperado.

— ¿Y cómo es eso de que la historia ya estaba en su cabeza?

Así es. La base de la historia es la maduración de una fantasía durante años, un pensamiento que nace sin querer y que con el tiempo se irá desarrollando a modo de guion, en el que voy avanzando, reculando, corrigiendo y estudiando un hecho tan transcendental como el del poder.

— ¿Qué es el poder y cómo nos llega a cambiar? ¿Cómo nos transforma?

Lo primero es indagar qué es el poder, una cuestión nada sencilla a poco que observemos detenidamente la idea que esta palabra conlleva. El poder, desde mi punto de vista, es la posibilidad de que se haga la voluntad de uno y no la de otro, dando igual por qué medios se consiga esto. Puede ser por la capacidad de persuasión, por dinero, por coerción, por la fuerza, por amor, por un cargo, por desinterés, etc… pero siempre que impongamos nuestra voluntad, eso es poder. Y obviamente este conlleva un cambio, especialmente cuando se adquiere consciencia de que uno es realmente poderoso. Lo que en mi mente trataba de explicar era el cambio que provoca esa asunción en una persona que hasta entonces no ha sido sino uno más dentro del rebaño.

—Pero la historia va de mutantes…

Cierto, y es la ficticia adquisición de un repentino poder que convierte a una persona normal en alguien completamente distinto. A partir de ahí no es sino fantasear en cómo cambiarían nuestras vidas gracias a tan transcendente cambio. Veamos, unos chicos normales, de la noche a la mañana, adquieren unos poderes que nadie sabe de dónde han salido y que los ponen muy por encima de las demás personas. ¿Cómo gestionamos esto? Por supuesto, podríamos poner en lugar de un extraordinario y ficticio superpoder una enorme cantidad de dinero, lo que seguramente nos llevaría por otros vericuetos. O la adquisición de un gran poder político, por decir algo. Depende de qué grado de poder hablemos, podríamos convertirnos incluso en dictadores.

—Hay una gran carga filosófica tras esa idea.

Ya los griegos se dedicaron a pensar sobre esto también. Es curioso, son los griegos los que plantean las grandes preguntas que asolan a la humanidad occidental desde hace 2.500 años más o menos, preguntas que aún no hemos soslayado pese al tiempo transcurrido y pese a todos nuestros logros en materia científica y tecnológica. 

Ellos ya se planteaban, por ejemplo, cuál era la naturaleza del ser humano o cómo nos cambia el poder y lo hicieron, además, de una forma ciertamente bonita, a través de una leyenda o parábola; la del pastor Giges.

—Cuente, cuente…

Bien, esta es la historia de un humilde pastor de ovejas o cabras (han llegado distintas versiones hasta nosotros hoy en día) que mientras apacienta a sus animales sobreviene un terrible terremoto. Obviamente todos salen asustados, pastor y ovejas, y tras el susto inicial, al pastor no le queda otra que volver a reunir a su rebaño. Cuando está en ello ve una gran grieta que el terremoto ha abierto en el suelo y curioso, como buen ser humano, va a mirar a ver qué hay en dicha grieta. Lo que encuentra le deja sin respiración. Hay un gigante dormido y de uno de sus bolsillos, amarrado por una cadena de oro, cuelga una joya que también parece de oro. Giges es un muy humilde ser humano y la visión del oro despierta su codicia de inmediato. Pero claro, esa joya cuelga del bolsillo de un temible gigante que si se despierta…

— ¿Y qué hace el pastor entonces?

Finalmente la codicia es más fuerte que el miedo y el pastor baja con mucho cuidado, le quita la cadena al gigante y encuentra que lo que colgaba de ella es un precioso anillo de oro. Contento como unas castañuelas, el pastor escapa de allí con el botín y durante un tiempo apenas se dedica a admirar el anillo, hasta que empieza a ponérselo y quitárselo, no siendo consciente de que nada raro le ocurre según en qué forma se ponga el anillo. Pero una vez que empieza a hacer esto delante de otra gente, reuniones de pastores, gente de su poblado, etc., comienza a detectar que algo extraño sucede allí. Parece como si a veces la gente no fuera consciente de que él está allí y hablan despreocupadamente de cosas que a él le incumben como si nadie le viera.

—Pero eso suena a…

Sí, efectivamente, suena a «El señor de los anillos», historia que surge de esta misma leyenda y que también nos habla del bien y del mal, aunque de una forma mucho más maniquea. Pero lo cierto es que la historia del anillo y su poder— otorga invisibilidad al que lo porta— es la misma. Bien, Giges finalmente es consciente de que puede volverse invisible, algo que al principio le produce más respeto que otra cosa. Sin embargo, con el tiempo, cada vez va realizando acciones más audaces como espiar conversaciones ajenas, colarse en sitios en los que no debería estar, robar pequeñas cosas, luego cosas más importantes, y así hasta que finalmente, con un sentimiento de impunidad absoluta, decide dar el gran golpe; colarse en el castillo del monarca de su reino, asesinar a este y desposando a su hija, convertirse él mismo en rey. Y hasta aquí la leyenda.

— ¡Vaya historia! ¿Moraleja?

Que el ser humano es ambicioso por naturaleza y que usará todo lo que tenga a mano para mejorar si sabe que tiene impunidad. Para los antiguos griegos el ser humano nacía malo y solo la civilización y sus normas eran capaces de aplacar a este fiero animal, pero si algo desequilibraba esta balanza, como era el caso del anillo mágico, este volvía a ser un ente con pocos escrúpulos. 

—Ciertamente no parece una visión muy halagüeña del ser humano.

Así es, y de ahí mi meditación acerca de este tema, meditación que curiosamente llega a la misma conclusión que la de los griegos; el ser humano es un lobo aunque aparezca revestido con una piel de oveja. Para mí, esa historia del buenismo de los comics estadounidenses (principalmente) en el que los superhéroes o son todos buenísimos o malísimos, no existe. Como en todo en la vida, existen distintos grados de ambición en función de la personalidad de unos y de otros y en mi historia iremos viendo, precisamente, como los distintos personajes— y se trata de una obra con mucho personaje— van tomando decisiones según la forma de ser y pensar de cada uno.

—Pero no nos encontramos ante un libro filosófico.

No, ni mucho menos. La meditación acerca del poder y la leyenda del pastor Giges no son sino la base filosófica de la historia que yo cuento, una gran novela que se va a desarrollar en cuatro actos y en el que «Génesis de una especie» es tan solo su primera parte. El libro, el conjunto de libros más bien, es una novela de ficción con el toque fantasioso que le otorga la llegada de los antes mencionados poderes. Es una obra con bastante acción y que tiene más de thriller político o de novela negra que de obra seria.

— ¡Cuatro libros! Pues el primero es bastante extenso…

Y los demás. Se trata de una obra extensa sin duda, en la que vamos a ir viendo distintas etapas tanto de la evolución de los personajes como de su gran creación, una hermandad secreta de seres muy poderosos. Este primer libro nos habla, sobre todo, de la inesperada llegada de estos poderes y su primera gestión; desde el susto del primer momento y la incomprensión de este hecho, hasta la organización de aquellas personas que por primera vez experimentan un hecho tan trascendente, lo que les llevará a sus primeras ambiciones. Al tratarse de un primer tomo en el que todo es nuevo— los personajes, la historia y la creación del marco—, al principio la historia puede parecer algo farragosa, especialmente el marco de la creación de la hermandad secreta, pero en general se trata de una obra dinámica y que se lee fácil. En los siguientes libros, en cambio, la base de la historia estará creada y en ellos iremos siendo testigos privilegiados del cambio en las ambiciones de estos jóvenes, al principio tan asustados por la llegada de los poderes, pero que después, al igual que nuestro pastor Giges, empezarán a ver con mejores ojos a dichas nuevas cualidades. 

—Cuéntenos eso de la sociedad secreta. Suena a una especie de conjura.

Ciertamente es así. Se trata más bien de la creación de una suerte de francmasonería que con el tiempo irá derivando en una mafia muy poderosa y que más adelante aún mutará en algo muy distinto, aunque esto último se verá bastante más adelante, a partir del tercer libro seguramente. 

Pero pongámonos en el lugar de estos jóvenes, un grupo de chicos y chicas en torno a los veintipocos años la mayoría. De la nada te salen unos poderes asombrosos sin saber ni de dónde ni porqué, y claro, los chavales se acojonan. ¿Por qué a mí? se preguntan con razón. Su primera reacción es una especie de «tierra trágame», donde lo último que quieren es que los demás los vean como a bichos raros. Precisamente para esconderse de ese miedo a ser identificados como los raros, se deciden por la creación de una sociedad secreta— la hermandad la llamarán ellos— que al principio servirá nada más que para guardar el secreto de su condición de mutantes.

Esta hermandad o sociedad secreta funcionará desde el principio como una entidad de auxilio colectivo y poco más, aunque con el tiempo, y hablamos de poco tiempo, ciertas nuevas ideas comienzan a surgir en las mentes de estos jóvenes.

— ¿Cuáles por ejemplo?

La primera es obvia; somos poderosos, aprovechémonos de ello, idea esta que será el motor del argumento de la obra sin duda, al menos en este primer libro. Ello les llevará a una expansión geográfica por toda España y por algunas partes de Europa, como será el caso de Londres o Alemania, lo que irá convirtiendo a esta hermandad secreta en un actor muy a tener en cuenta.

—En el título de esta entrevista nos dice que España será dominada por una sociedad secreta de mutantes, que entiendo que hablamos de esta especie de hermandad. ¿Cómo una asociación que sirve para esconder la naturaleza poderosa de esta gente consigue finalmente dominar España? ¿O estamos, tal vez, ante una exageración para dar un titular llamativo?

No, es así. Con el tiempo y con esa expansión geográfica de la que hemos hablado, finalmente esta sociedad secreta logrará ser muy poderosa. El punto crítico de esta metamorfosis viene cuando nuestros protagonistas decidan que con su poder no pueden permitir que otros se inmiscuyan en sus asuntos, algo que les llevará a cometer sus primeras acciones ilegales y que con el tiempo provocará un conflicto con el estado.

—Pero el estado no será consciente de contra qué se enfrenta, ¿no es así? A fin de cuentas los protagonistas están protegidos por el manto de una sociedad secreta creada con ese fin.

Así es. Lo que pasa es que la llegada de estos poderes no será algo exclusivo de nuestros chicos, sino que ocurrirá en más partes del mundo, algo que yo he denominado el efecto mutante, y que irá afectando a distintas personas en el planeta, cuestión esta que cada cual gestionará a su manera. Esto dará pie a que las sociedades de toda la tierra sean conscientes de que tienen un problema en ciernes; de repente gente muy poderosa empieza a surgir de la nada. Obviamente esto planteará una serie de dilemas y pondrá en guardia a todas las naciones del mundo, lo que unido a las pistas que van dejando nuestros amigos, finalmente hará que el velo del secreto caiga. Pero lo que nadie esperará encontrarse es con un grupo grande y organizado de poderosos mutantes que se han extendido en silencio por toda la geografía del país, una especie de cáncer que ya está socavando el poder nacional.

— ¿Y qué ocurre entonces?

Que hay que leerse el libro (Risas del autor).

—Cierto (más risas del entrevistador). Bien, vista esta evolución que nos cuenta acerca de los personajes, uno diría, utilizando un símil a lo Star Wars, que están dando pasos hacía su lado oscuro.

Pudiera ser, aunque esta evolución no es lineal para nada. A algunos les da mucho reparo meterse en ciertas cosas, mientras que otros se lanzan a acciones audaces nada más descubrir sus poderes. De todas formas, no estamos hablando de una maldad intrínseca. Es más bien dar los pasos necesarios para lograr una posición dominante pero sin hacer daño por el simple hecho de hacerlo. En este sentido no vemos a unos personajes que son malos porque sí, una maldad sin sentido que les lleva a robar, matar o violar por el simple hecho de que les apetezca. Cuando realizan una acción o preparan un plan siempre lo hacen buscando un objetivo claro, algo que les vaya a dar un rédito material de algún tipo y con el cálculo de que nadie tiene que saber que su hermandad existe. Tal vez es en esta idea donde más se profundiza en la parábola del pastor Giges. No somos malos pero buscamos lo mejor para nosotros. Si quiere también una especie de «el fin justifica los medios».

—Pero hay mucho de relativismo en esa afirmación.

Es que el relativismo sea tal vez el auténtico motor de toda esta historia. Yo no hago el mal, tan solo busco lo mejor para mí. Pero sin que se enteren y si alguien que me molesta tiene que caer que caiga. Es una visión muy caprichosa, la verdad, pero creo que es la que gobierna a los seres humanos. Recuerdo una serie de experimentos científicos, de esos que hacen en las universidades y que tratan de probar mediante el método científico cómo funcionamos los humanos en realidad. Recuerdo uno de ellos en el que preguntaban a ciudadanos normales y corrientes que si estarían dispuestos a matar a otra persona si les garantizaban que su crimen jamás sería conocido por nadie y lo terrible fue que, hablo de memoria, en torno a más de tres cuartos reconoció que en esas condiciones sí que lo haría. Mayor relativismo que eso, ya me dirá. O aquel en el que separaron a otras personas normales entre presos y carceleros y estos últimos tenían potestad para castigar a los primeros. A la de tres días tuvieron que parar el experimento ante el sadismo que demostraron los supuestos guardas ante el poder absoluto del que había sido conferidos ante las personas que ejercían de presos. No, a veces cuesta ver dónde está la bondad en ser humano, aunque curiosamente la hay. El ser humano es capaz de dar lo mejor y lo peor de sí mismo, algo que con los años no deja de asombrarme.

—En un rato volveremos a echar un vistazo al ser humano, si le parece. De momento me gustaría preguntarle por cómo ha ido la venta de esta su primera obra.

Sin duda podía haber ido mejor, pero peor también. Soy un escritor novel al que nadie conoce, al menos en el mundo editorial. Soy empresario desde joven, empresario en el ámbito industrial para más señas, y por lo tanto tenía claro que lo difícil iba a ser llegar al lector anónimo. Elegí una editorial de autoedición pequeña pero que prometía muchas cosas, cosas que finalmente no se han cumplido y que han hecho que el sabor de esta primera edición sea algo agridulce. Por lo demás, de la tirada que acabó en mis manos, se han vendido todos los libros, una cantidad pequeña, 120 ejemplares, y me consta que en librerías y en formato electrónico también han caído unos cuantos, lo que me deja satisfecho en números totales. Seguramente, de una tirada de 200 ejemplares se habrá vendido un 80% de la edición, lo que yo considero una buena base de partida. Además, ya tengo mi pequeño grupo de fans pidiendo ansiosamente la segunda parte del libro, algo que espero que vea la luz este mismo año. 

—Eso está muy bien. ¿Y qué nos puede contar de esta segunda obra? ¿Para cuándo podría estar?

Acabo de ponerme en contacto con distintas editoriales, algunas tradicionales y otras de autopublicación, a ver qué me puede ofrecer cada una. La idea primigenia fue que el segundo libro estuviera en las librerías en Semana Santa, más o menos, pero cuestiones profesionales me han llevado a retrasar la salida de la obra. Creo que un buen cálculo puede ser después verano, allá por septiembre u octubre.

— ¿Y de qué trata esta segunda obra? Por lo que nos ha contado hasta ahora, la primera trata, particularmente, de la llegada y de la asunción de ese poder, pero ¿y la segunda?

La segunda es la comprensión tanto del poder como lo que esto representa. Todavía queda un rastro de temor y de hecho se van a enfrentar a un actor global muy importante, aunque esta vez desde el conocimiento de lo que representan sus poderes y su sociedad secreta, la cual sigue vigente pese a los avatares de la primera novela. En esta segunda obra, «Génesis de una nación» se titula, empiezan los primeros choques entre los propios personajes por distintos puntos de vista de lo que significa el poder. Algunos querrán quedarse como están, otros en cambio, preferirán seguir experimentando hasta ver dónde alcanza su poder. Es una trama compleja, larga y que me ha permitido ser parte de la historia como uno más de sus personajes. A partir de esta segunda novela, tanto en la tercera como en la cuarta, el narrador pasa de estar dentro de la trama a ser apenas un testigo de lo que ocurre. Vamos a decir que la historia va a escapar de mis manos, aunque todavía no. La segunda novela es tal vez el afianzamiento de este grupo de jóvenes con tan extraordinarios poderes.

—«Génesis de una nación», el título es sugerente sin duda. ¿Qué significado tiene este título?

Como ya he contado antes, el proceso de la aparición de los mutantes no será algo local, sino más bien mundial. El de hecho de que nuevos personajes surjan aquí y allá hará que la visión de las personas con dicha metamorfosis se vuelva comunitaria, lo que transformará a su vez la forma que estos tienen de considerarse. De ser unas personas sueltas e inconexas, pasan a tener conciencia de formar un grupo concreto, pensamiento este que irá desarrollándose a lo largo de la historia y que tendrá un punto y aparte con la conclusión de este segundo libro.

—Toda estas menciones acerca del poder, el desarrollo del pensamiento humano, la formación de distintos grupos humanos nos lleva a poder conversar de la realidad humana tal cual la conocemos hoy en día. Háblenos de su percepción acerca de estas cuestiones.

Siempre me he considerado una persona pragmática a este respecto y he procurado, y procuro, ver estos desarrollos sin ningún tipo de apasionamientos, pese a que como toda persona tenga mis influencias y mis flaquezas. Soy un apasionado tanto de la historia como de la política, y pese a que tengo mis propios pensamientos al respecto, supongo que como todo el mundo, jamás he militado en ninguna idea concreta, lo que me ha permitido ser un observador del discurrir de la humanidad y de mi sociedad más cercana de forma casi natural.

—Usted es vasco, por ejemplo, lo que le habrá hecho ver y pensar acerca de momentos traumáticos en su vida

Así es, y hay que ver lo que cambia el punto de vista la propia vida. Yo nazco en los estertores del franquismo, en 1974, y crezco en plena ola de choque entre ideologías, no tanto de derecha e izquierda, sino nacionalista vasca o española. Es un momento duro. Atentados casi diarios, muertos, torturados, protestas laborales generalizadas, detenciones, el caballo (la heroína) y así otras muchas cosas no muy comprensibles para un niño. Entonces eras muy común que la sociedad más cercana a mí, la del pueblo, estuviera separada entre vascos y españoles, la mayoría de estos extremeños y gallegos. Hoy en día, en cambio, si uno ve nuestra composición social actual esto parece un chiste. Aquellos extremeños o gallegos se casaron con vascos y vascas y sus hijos son ya tan naturales como aquellos chavales que en mis tiempos mozos tenían doscientos apellidos vascos. A su lado, en cambio, han llegado hijos de magrebíes, rumanos, ecuatorianos, senegaleses, chinos y demás, haciendo que aquellas estúpidas disputas de hace cincuenta años nos parezcan ridículas hoy en día. Sin embargo, la idea de la identidad subsiste. Curioso, ¿verdad?

-Entiendo que ve como algo positivo la llegada de todos estos emigrantes, ¿no es así?

Totalmente. Es cierto que nos encontramos en una cultura muy debilitada como la vasca, en la que el idioma especialmente se encuentra en un momento precario y otras tradiciones también van decayendo. Está claro que toda esta masa de personas foráneas no va a ayudar en su fortalecimiento, pues ven dos lenguas y dos culturas dentro de una misma sociedad y se dan cuenta que con aprender una, la castellana, les vale, por lo que en principio desechan la segunda. Sin embargo, incluso esto está cambiando y estos foráneos se van interesando por la cultura vernácula que subyace en nuestra sociedad, lo que habla muy bien de estos recién llegados. 

Por otro lado, la riqueza que estas nuevas culturas aportan es innegable. Más allá de la diversidad de credos, colores y formas de ser, han abierto la mente de los nativos, antaño tal vez demasiado cerrada, y les aportan conocimientos que de no ser por estos nuevos recién llegados tardarían años en disfrutar.

Le contaré una anécdota. La hija de mi socio, cuando era pequeña —ahora tiene ya unos veintipocos—, tenía varios amigos del colegio cuyos padres eran rumanos o marroquís, ya no me acuerdo. Nosotros, los mayores me refiero, seguíamos tratando a esos niños como rumanos o marroquís, sin embargo, la niña los veía como a chicos de allí de forma natural. Así, a nuestra pregunta de “¿De dónde es tal niño?”, ella, con toda su sana inocencia, nos respondía “De Beasain”. Que mejor señal de una buena integración que esta.

—Háblenos de la cultura vasca, por favor.

Bien, la cultura vasca es una joya que ha sobrevivido a siglos de dominación de otras culturas y a lenguas vecinas mucho más potentes y es un auténtico misterio saber cómo lo ha conseguido. El propio príncipe Bonaparte, un sobrino nieto de Napoleón, creo, un estudioso de la cultura que sintió un profundo flechazo por la arcaica cultura vasca, predijo en el siglo XIX que a la lengua vasca apenas le quedaban 100 años de vida, pero aquí seguimos. 

Yo soy descendiente de un abuelo que nació en Brasil, una abuela extremeña y otro abuelo y abuela navarros de cultura vascófona. Mi madre perdió la lengua vasca en su juventud y nuevamente hemos conseguido incardinar esta, el euskera, entre la generación de mis abuelos maternos y sus nietos, saltándonos por el camino a toda una generación. Y eso, teniendo en casa a una mitad que nada sabía de esta cultura que les acogió. Es un auténtico milagro, la verdad, un milagro que yo al menos quiero preservar y legar a los que vengan detrás. Amó por igual a mis dos culturas, la castellana y la vasca. Hablo ambas, aunque más, por motivos sociales, la castellana. Escribo también en esta, pues en euskera se me hace muy complicado. Hay que pasar de una forma dialectal a una más académica y artificial y esto me mata. Sin embargo, trabajo más por la lengua vasca, puesto que es la que más en peligro está. 

No entiendo la postura de la confrontación entre culturas y lenguas. Al final no son sino vehículos de expresión y de mutuo entendimiento entre seres humanos. Por ello creo que la supervivencia de la cultura vasca es una obligación de todo el mundo, un esfuerzo que de verdad merece la pena. Aquellos que atacan a una u otra cultura, no buscan más que un beneficio personal, rara vez queda algo bueno tras la idea de erradicar una cultura. Con esto volvemos a la idea primigenia de esta historia, sobre la capacidad de hacer el mal que tiene el ser humano.

—Decía Unamuno que el nacionalismo se cura viajando. Usted ha viajado mucho. ¿Cómo se ha reflejado este hecho en su persona, por ejemplo?

Es cierto, al menos el nacionalismo idiota. Yo he viajado por gran parte de Europa y lo he intentado por parte del mundo musulmán, aunque una especie de maldición parece impedírmelo. He visto, he disfrutado y he probado las distintas culturas de nuestro continente y de todas he sacado vivencias sumamente positivas. No obstante, ello no ha hecho que deje de querer menos a mi cultura. Yo no veo supremacía en una cultura sobre otras, tan solo que son distintas. Yo no amo mi cultura para hacer de menos las demás. La mía es una cultura que amo, pero como lo hago con las demás. Es cierto que el idioma es una gran barrera cuando viajamos a otros países, un hecho que nos impide sumergirnos plenamente en ciertos ámbitos culturales, pero del que incluso así, podemos sacar grandes lecciones.

Yo no soy menos nacionalista vasco por haber viajado. Lo que sí que es cierto, es que mi forma de ver el mundo no es de confrontación. Yo no veo a una persona que tenga otra ideología, salvo que sea extremista, como a un enemigo, simplemente a una persona que piensa distinto y con la que sería maravilloso encontrar otros puntos de unión. En cambio si fuera supremacista, seguramente que el viajar sí que me hubiera dado unos cuantos sopapos al comprobar que otras sociedades pueden ser tan maravillosas o más que la nuestra. He de decir, de todas formas, que Unamuno era un personaje muy peculiar y que sus afirmaciones hay que tomárselas con cierta prevención (risas)

—Cuénteme eso de sus fallidos viajes al mundo árabe. ¿Qué le ha pasado?

(Más risas) Dos veces he hecho planes para visitar países de mayoría musulmana y de un tercer país tenía idea de ir sin haber planificado nada todavía. El primero fue a Irán, que no es árabe pero sí musulmán, y cuando el plan empezaba a coger hechuras de viaje —mirando ya hoteles, vuelos, rutas y estas cosas— estalló la revolución, verde creo que la llamaron, aquella en la que los jóvenes se echaron a las calles pidiendo más libertad y que fue duramente reprimida. Obviamente aquello cortó nuestro viaje de cuajo.

El segundo fue a Siria y mire como siguen. Un desastre. Y el tercero, aquel al que siempre he querido ir pero que nunca he hecho ni planes siquiera, es Líbano. Un país con esa mezcla de culturas, religiones y con una belleza que creo que queda fuera de toda duda. Sin embargo, esa lucha sectaria que subsiste y el riesgo de conflicto permanente en la que se encuentra de continuo, hacen difícil pensar siquiera en que alguna vez en mi vida podré visitar este país. Una pena, la verdad. Miedo me da pensar que el gafe soy yo y que cuando pongo el ojo en una nación árabe, alguna calamidad la asola. En fin, a ver si cambia la racha.

—Bueno, tiene a mano el Magreb.

Sí, pero me llama menos. Seguramente Marruecos sea el que más tilín me hace, aunque tal vez por ser el más cercano quizá lo vaya dejando para más adelante. De hecho, en plena crisis del 2008 al 2013, en mi empresa hicimos planes muy serios para abrir una sucursal en dicho país, cuestión que no fructificó porque a partir del segundo semestre de 2013 empezó a entrar trabajo a manta al fin y tras ello nos olvidamos de aventuras empresariales. 

De Argelia no tengo apenas noticia. Siempre ha sido un país bastante hermético y, la verdad, no me apetece visitarlo. Seguramente sea un tontería y un error por mi parte, pero es así. En cuanto a Túnez, lo veo algo masificado y muy plan de playa, algo que no me llama nada. Mi mujer y yo somos de ver piedras viejas. Libia está hecha unos zorros, al estilo de Siria, y Egipto podría ser pero también me da cierto respeto. La situación política parece normalizarse pero cada poco hay ataques a turistas y estas noticias son pésimas para llegada de visitantes, por lo que no me parece todavía un destino del todo seguro. Además, el periodo faraónico y sus pirámides no me llaman en exceso, no así el rastro que hayan podido dejar tras de sí las distintas dinastías árabes, incluso los romanos, o la cultura copta, que me fascina a más no poder. 

—Parece conocer bastante bien la cultura de Oriente Medio.

La conozco desde la distancia, pues como lo he dicho anteriormente, jamás he estado allí. Sin embargo, sí que es cierto que la cultura árabe me ha fascinado de siempre. Su religión, su historia, las distintas comunidades, la importancia que han tenido para el mundo, sus conquistas, su decadencia… todo me parece grandioso en dicha cultura. Pero sobre todo hay una cosa que me fascina por encima de todo, sus gentes. Todo árabe que he conocido me ha parecido siempre una gran persona. Educados pese a los avatares de sus lugares de procedencia, cultos, simpáticos, parlanchines, a los árabes les encanta hablar (nuevas risas), generosos. No sé, tienen una suma de cualidades que siempre hace que la situación de sus respetivas naciones no deje de sorprenderme. Tanta guerra y miseria por un lado, tanta riqueza y opulencia por otro. Es fascinante sin duda. 

Y luego esas ciudades. El Cairo, Damasco, Beirut y otras muchas. ¿Quién no ha soñado con poder visitarlas con tranquilidad y disfrutar de su belleza y hospitalidad? Lástima que hoy día, por los conflictos políticos principalmente, sea una región tan insegura, porque por bella y fascinante lo tiene todo. 

—Están también los países del Golfo, en este momento lugares tranquilos y razonablemente seguros.

Es cierto. Estas naciones, salvo Arabia Saudí, siempre han estado un poco al margen de lo que sucedía en el resto del mundo árabe, pero en cambio, han sabido prosperar y convertirse en naciones modernas y avanzadas, al menos en cuestiones económicas y tecnológicas, no así en cuanto a desarrollo social, en la que aún tienen que avanzar, especialmente en el papel de la mujer. Son países que seguramente llamen menos al viajero y que hoy en día sean especialmente caros para un ciudadano medio. Además, un país como Arabia Saudí, cuna del Islam y con los principales centros religiosos de esta religión en su seno, es una nación que para los occidentales de raíz cristiana no parece demasiado acogedor. 

Sin embargo, avanzan a pasos agigantados y que como digo, van modernizándose cada uno a su ritmo e incardinándose en el mundo moderno, cada cual cogiendo su propio rol en esta sociedad mundial del siglo XXI, algo siempre difícil. 

—¿Cree que el mundo le debe algo a los árabes?

Sin duda. Para un pueblo que ha dado tanto al mundo, la modernidad ha sido una auténtica pesadilla para ellos. Es cierto que los propios árabes también tienen culpa debido a su desunión y a sus constantes trifulcas, pero son siglos ya en los que los árabes han sido bastante maltratados.

—Vayamos terminando esta entrevista si le parece. Cuéntenos algo de su experiencia profesional como empresario.

Me inicié en el mundo profesional a los veinticinco, después de un tiempo con algunos problemas de salud y cierta precariedad laboral. Casi sin querer acabé en el mundo de la hidráulica industrial, donde desde entonces soy propietario de una pequeña empresa dedicada al montaje de equipos hidráulicos para la industria, principalmente para el sector ferroviario y energético, donde empresas punteras de mi zona nos contratan de forma recurrente. Formamos parte del tejido industrial vasco, una más de las muy especializadas pymes (pequeña y mediana empresa), empresas pequeñas pero muy ágiles que dan un muy buen servicio a grandes empresas de tamaño global.

Entre nuestros hitos está que una gran multinacional alemana nos quisiera comprar hace unos años para que fuéramos el eje vertebrador de su proyecto de montaje y fabricación para la península ibérica, cuestión que no llegó a buen puerto debido a la baja oferta que estos nos realizaron, y que ha provocado que esta multinacional, años después, aún siga sin un equipo propio para el montaje de sus instalaciones. Otro de los hitos ha sido que fuimos la primera empresa a nivel mundial que desarrolló un sistema para la producción industrial de nanocelulosa, proceso por el que peleaban empresas muy punteras de medio mundo. Tristemente este proyecto cayó porque los socios de dicho proyecto acabaron a la gresca cuando la máquina ya estaba probada, testeada y en marcha. 

Veinticinco años después, y viendo lo pasado con la perspectiva que otorga el tiempo, no puedo sino estar orgulloso de lo logrado. De lo hecho, de lo padecido, de lo logrado y de las personas que por este proyecto han pasado, que a estas alturas han sido unas cuantas. 

—Supongo que estamos hablando de un mundo muy competitivo.

Ciertamente. Pero la edad y cierta claridad en las ideas a veces te ayudan a ver las cosas desde el ángulo adecuado. Competitivo en el sentido de la exigencia sí. Trabajamos para empresas muy potentes y punteras cuyos clientes se reparten por el mundo entero y el servicio que hay que ofrecerles es siempre de primera categoría. En cambio, si nos referimos a exigencia en cuanto a la ambición, he de decir que nuestro planteamiento de empresa ha sido el de cierta justicia social, esto es, salarios adecuados, seguridad, buenas relaciones personales, etc., un planteamiento que nos ha llevado a no buscar metas demasiado elevadas y que nos permita vivir con comodidad y sin excesivos agobios. Como suelo decir muchas veces, mis clientes están todos en 25 kilómetros a la redonda, una distancia que me permite comer y dormir en casa todos los días. Propuestas para ver mundo no nos faltan, pero de momento hemos preferido centrarnos allí donde somos conocidos y apreciados.

—Entonces podríamos decir que usted es de los que sueña despierto pero mantiene los pies en la tierra.

Ciertamente. Las aventuras para la literatura. La vida, bien lo enseña la experiencia, es una cosa demasiado seria como para tomársela a la ligera.