En su blog, asegura que de mayor quiere ser igual que Emilia Pardo Bazán. ¿Qué valores de Doña Emilia hacen que usted desee parecerse a ella?
Herminia Luque Ortiz (HLO): Sí, en efecto, en mi página web (herminialuque.com) expreso así mi admiración por la figura proteica de doña Emilia. Por su obra literaria (es una maravillosa cuentista, además de novelista), por su feminismo avanzado, por la libertad y la valentía que demostró en su vida, en muchas de sus elecciones personales. Hay cosas de ella que no me gustan (su orientación política carlista, absolutamente deleznable), pero fue una formidable mujer a la que no estaría mal parecerse un poco.
Una curiosidad…de niña deseaba ser escritora? ¿Cuándo comenzó su vocación literaria?
HLO: Mi vocación literaria, no fue en absoluto precoz. Siempre he leído mucho y mi afán era saber (el saber literario, histórico, artístico -el arte es mi otra gran pasión), de modo que, desde pequeña, supe que sería profesora. Pero me di cuenta de que lo mío ya no tenía remedio cuando, trabajando de profesora, con un hijo pequeño, me levantaba los sábados a las siete de la mañana para escribir…De hecho, dejé de trabajar dos años para dedicarme a la escritura, a la vez que cuidaba a mi primer hijo, y así surgieron mis dos primeras novelas; escritas en Madrid, por cierto.
Casi desde el comienzo de su carrera como escritora de ficción, se ha movido en los márgenes de la novela histórica. Cuéntenos los motivos. ¿Qué tiene para usted el pasado que no tenga el presente?
HLO: Algo tendrá que ver mis estudios de Geografía e Historia (licenciatura y dos años de posgrado) …Aunque mi primera novela publicada (Bitácora de Poseidón) no era histórica.
El pasado es lo que conocemos en realidad. El futuro solo lo podemos imaginar; casi como el presente, que huye velozmente a alinearse con lo que ya no será.
Me encanta investigar (cada novela es también una investigación) en la cultura material del pasado, en la literatura de otras épocas, y comprobar cómo cierta sustancia humana permanece intacta…
La mayoría de sus novelas no solo tienen como protagonistas a mujeres, sino que ofrecen -además- una mirada al mundo femenino, un enfoque crítico y/o de género. ¿Existe alguna motivación concreta que le haga abordar sus obras de ese modo?
HLO: Me resulta más fácil explicar esto desde mi punto de vista como lectora: un día me harté de determinadas formas de narrar de determinados señores que denigraban a las mujeres porque sí, porque ellos lo valían. Me harté también, por ejemplo, de que señores académicos no citasen ni a una sola mujer por su nombre en sus discursos de ingreso en la Real de la Lengua. Y me dije: hasta aquí hemos llegado, chavales. He aprendido mucho con vosotros, pero ahora escribiré exactamente lo que me dé la gana y seleccionaré mis lecturas también por el nombre de pila. Y hubo más Virginias, Wislawas, Magdas, Olgas, Dubravkas, Maryses en mi biblioteca. A algunas, incluso, les habrá llegado mi dinerillo, porque están vivas.
Acaba de recibir el premio Ramiro Pinilla de novela corta por “Las traidoras”. En 2020, fue galardonada con el premio Edhasa Narrativas Históricas por “La reina del exilio” y en 2015 con el premio Málaga de novela por “Amar tanta belleza”. En estos seis años de lluvia de reconocimientos a su trabajo, ¿qué ha cambiado en usted como escritora y persona? ¿Qué elementos se han mantenido constantes en su pluma y qué otros han experimentado una transformación?
HLO: Como persona, no he cambiado en absoluto; tan solo hay un sentimiento de gratitud inmenso hacia quienes han confiado y confían en mí. Y como escritora, bueno, me he sacado la espinita de que alguien, de mi círculo familiar, me dijese una vez: “Tú no eres escritora. Lo que tú haces no le interesa a nadie”. Detrás de esos premios lo que hay es una cantidad ingente de trabajo, muchos años de dedicación a la escritura y muchísimas lecturas previas (estas sí, precoces: con cuatro años leí una versión infantil de Las mil y una noches; antes de los catorce había leído El caballero de las botas azules, de Rosalía de Castro, La cuestión palpitante, de Emilia Pardo Bazán, Sab, de Gertrudis Gómez de Avellaneda; también el Lazarillo de Tormes o Fabiola, del cardenal Wiseman).
Aunque en el ensayo también ha cosechado éxitos ("Siempre guapa", XV Premio de Ensayo Carmen de Burgos de la Diputación de Almería), ¿me equivoco al suponer que prefiere la ficción?
HLO: Pues mi querencia por el ensayo es muy intensa, aunque permanezca casi secreta. Me he ocupado de temas muy variados (los libros, el cuerpo, los animales, el deporte, la belleza femenina, la amistad, las escritoras de la Ilustración…), pero el ensayo tiene casi siempre un eco menor. Este género te permite indagar sobre temas que te interesan y que, de un modo u otro, modelan el mundo en el que vivimos.
Recientemente, ha sido estrenada en el teatro Echegaray de Málaga su obra “Blanco/Weiss” sobre la vida de la pintora Rosario Weiss Zorrilla, ahijada de Goya. ¿Cómo valora esta incursión en el drama? ¿qué ha supuesto para usted?
HLO: como un sueño. No tiene parangón el hecho teatral…Oír, ver encarnadas en personajes, las palabras que has escrito, tiene una magia difícil de explicar. Y he unido mis dos pasiones, la literaria y la artística, porque en el texto se habla de arte también (sobre la línea y el color blanco; sobre la fama del artista, las fuentes de su creatividad, cómo las circunstancias materiales determinan la obra, la invisibilidad de las mujeres artistas…).
Entrevista realizada por María Viedma
María Viedma
Escritora
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