Íñigo, Su capacidad como pintor y escultor para plasmar el movimiento de los seres vivos, resulta formidable. ¿Tiene que ver con que bastantes de sus obras representan animales -caballos, toros, cérvidos y aves rapaces- en plena actividad?
Íñigo Muguerza (IM) Sí, así es. Desde muy temprano me incliné por la representación de la figura humana y animal, especialmente en movimiento. Huyo de la representación estática, me parece poco auténtica y más fácil de llevar a cabo. No quiero que mis obras parezcan soldados de plomo o animales disecados. La naturaleza es movimiento.
En el Gran Arte nada es improvisado. Imagino que reproducir todo ese dinamismo exige una importante formación y preparación técnicas…
I.M. Por supuesto. Hay que estudiar anatomía humana, animal y comparada. Hay que observar aquello que te interesa, y los animales son una constante en mi vida. En el caso de los caballos y los perros los conozco y los he estudiado tanto, que a día de hoy poseo una facilidad añadida para representarlos. Morfológicamente intento hacerlos perfectos cuando los invento, y al retratarlos, no suele haber detalle que se me escape. El montar desde toda la vida ininterrumpidamente, me hace tener un conocimiento total del caballo. Con los perros pasa un poco lo mismo. Los adiestro desde hace más de treinta años. Es un plus a la hora de pintarlos o esculpirlos.
Usted es, además, un excelente retratista, de esos que capturan las emociones del retratado. ¿A qué personalidades ha esculpido o pintado? ¿A quien le gustaría inmortalizar con óleo, barro o bronce?
I.M. He retratado a la reina Sofía, al rey Juan Carlos I, al papa Juan Pablo II, a Emilio Botín, a Concha Espina, a Regino Sainz de la Maza, a José María de Cossío, a la infanta Cristina, al rey Felipe VI, a Unamuno, a Manuel Fraga, a… Son innumerables las personalidades y las personas que he retratado. En ese sentido, la verdad es que no tengo ningún interés particular en retratar a nadie en especial. Todas las personas son importantes. Trabajaría con la misma honradez y dignidad de que soy capaz para cualquiera que demande un retrato pintado por mí.
Sabemos que no hay tamaño que se le resista y que es magistral pintando o esculpiendo obras de grandes dimensiones. Ha producido piezas enormes -casi ciclópeas- como la escultura Los mineros de la Cueva del Soplao en Cantabria. ¿Qué supone para un artista la paternidad de obras de tal envergadura?
I.M. Me gusta mi trabajo en cualquiera de sus facetas, pero me fascina el gran tamaño. Me encanta pintar murales cuanto más grandes, mejor. Me permite pintar a puñetazos, sin lo relamido de la pequeña obra. Lo de los puñetazos lo decía Zuloaga, y creo que es tan gráfico, que es una expresión que he hecho mía. Me volvería loco de felicidad si pudiera pintar como Sert.
Por cierto, ¿Qué grandes lienzos o esculturas quisiera ver nacer de sus manos?
I.M. Nunca pienso en lo que me gustaría, soy muy básico en eso. La vida algunas veces te sorprende y eso es lo mejor que tiene.
En ADCOME estamos al tanto de su profundo amor por los caballos…Usted ha hecho de su cuidado un arte. Háblenos, por favor, de su faceta como jinete, terapeuta y domador de caballos.
I.M. Los caballos son como mi familia, comparto con ellos todo mi tiempo y a ellos me dedico los 365 días del año. Monto desde que tenía 6 -desde que era un crío- y nunca lo he dejado. Creo que no debe de haber más de cien días que no haya montado en mi vida. He competido a nivel medio-alto en concurso hípico y siempre tuve fama de domar bien los caballos que montaba. Monté para los mejores jinetes de los años 80 y me formé en la equitación clásica. A partir de ahí fui evolucionando y mis dos pasiones se fueron indicando y alimentándose la una de la otra. Un día empecé a hacerme preguntas que no se me respondían, y comencé a tener una conciencia y una consciencia diferentes a la del resto de integrantes del mundo hípico. Comencé a pensar en el caballo como ser vivo y amigo, más que como herramienta, y le di un sentido más humanista a mi equitación. Eso me enriqueció como persona y sublimó mi actividad con los caballos. También mi actividad en el el arte se vio enriquecida por estas ideas, con lo cual puedo concluir que gran parte de lo poco bien que hago las cosas se lo debo a los caballos, que son los que me hicieron reflexionar y crecer intelectualmente. Las conclusiones de todo orden más acertadas en mi vida y los cambios más profundos en mi manera de pensar es debido a mi interés por ellos. Además, ese interés me hizo formarme como herrador hace ya más de 30 años. Hierro regularmente mis caballos y otros ajenos, y lo que más me gusta es el arreglo y herraje terapéutico y la corrección de defectos en los aplomos.
Para terminar, ¿qué le gustaría hacer en el mundo del caballo y por los caballos?
I.M. No tengo ningún interés particular más que la divulgación del trato digno hacia los caballos. Eso pasa por dejar de considerarlos un objeto de distinción y anteponer su bienestar a cualquier otro aspecto. Creo que a la industria que pivota alrededor del caballo -que es inmensa- debería dársele un giro humanista. El problema es que el ser humano es vanidoso y egoísta y el caballo representa un valor para acrecentar el ego de las personas. Mi interés es trabajar por los caballos. Mi bandera son ellos.
María Viedma
Escritora
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