Es sabido que los solsticios y su celebración también estaban ligados al dios romano bifronte Jano (nótese el parecido con Juan) que preside los umbrales, y en el caso que nos ocupa, los dos puntos de la elíptica en los que el sol se halla más alejado del ecuador celeste. Si San Juan Evangelista preside el solsticio de invierno (navidad) -o lo que es lo mismo, el paso de la oscuridad a la luz- San Juan Bautista preside el solsticio de verano y el transito de la luz a la oscuridad. San Juan de invierno nos trae la noche más larga y nos anuncia que los días comenzarán paulatinamente alargarse, hasta que San Juan de verano tome el relevo, y después de su noche -la más corta del año- nos prolongue día a día las horas de oscuridad. Recuerde: uno de los Juanes, el evangelista ríe (alaba) y el otro, el bautista, llora (se conmisera).
Por su carácter purificador el fuego y el agua son los elementos protagónicos del solsticio estival. “Algo tendrá el agua cuando la bendicen”reza un famoso dicho…Posee, según los creyentes, el poder de ahuyentar al maligno, que tentó en el Edén a nuestros primeros padres. Tenga presente que el bautismo no es solo es un rito de integración en la comunidad cristiana, es también un exorcismo expresado y practicado mediante cierta oración de la liturgia bautismal: Dios todopoderoso y eterno, que has enviado a tu Hijo al mundo, para librarnos del dominio de Satanás, espíritu del mal, y llevarnos así, arrancados de las tinieblas, al Reino de tu luz admirable; te pedimos que este niño, lavado del pecado original, sea templo tuyo, y que el Espíritu Santo habite en él. Por Cristo nuestro Señor.
El agua es fuente de vida y en muchos lugares se cree que expuesta al relente de la noche del 23 de junio deviene en panacea, es decir, en medicamento multisanador. Del rocío sanjuanero también se benefician las plantas; de ahí la prescripción popular de recoger determinadas hierbas y flores esa madrugada, justo cuando su eficacia terapéutica y mágica se presupone mayor. En San Juan hay quienes creen limpiarse negatividades mediante un baño en el río o en el mar por la noche y/o a la salida del sol…el majestuoso astro ígneo, que desde siempre ha fascinado al ser humano.
Según el Talmud (Avoda Zará 8b), Adán, tras haber pecado, se percató con angustia que cada día era más breve que el anterior. Pensó que haber comido del árbol prohibido era la causa del oscurecimiento del mundo y que Eva y él acabarían regresando al vacío original. “Ay de mí” -se dijo- “esto debe ser la muerte decretada por el cielo” (antes del episodio de la serpiente la muerte no existía) y atribulado de miedo y remordimiento ayunó ocho jornadas. Llegó luego el invierno y constató que las noches menguaban y los días crecían. Comprendió que era “la naturaleza del mundo” y se alegró tanto, que durante ocho jornadas lo celebró. Llegó el verano y ayunó, y luego el invierno, y celebró, y así alternativamente. No sé a usted, pero mí me recuerda al Juan que llora y al Juan que ríe. Cassirer afirmaba que el ser humano es un animal simbólico que piensa y actúa simbólicamente, y que a base de símbolos, construye un universo propio más allá del mundo físico captado por los sentidos.
Céntrese ahora en del tacto y ponga la mano en el fuego… ¿no le parece que la hoguera es una imitación de sol, un modo de ayudarle -mediante magia simpática- a sostenerse en el cielo para que no decrezcan las horas de luz? Esa es, al menos, la teoría de James Frazer en La rama dorada: “la imitación de los rayos solares fue la intención primaria, y la purificación atribuida, secundaria y derivada”, pero no por ello menos importante. De hecho, Frazer advierte que “las gentes que practican costumbres ígnicas, no parecen alegar nunca la teoría solar como explicación de ellas, mientras que, por el contrario, lo hacen frecuente y enfáticamente con la teoría purificadora”.
¡Qué (humana) obsesión la de la pureza! Secularmente, las hogueras de San Juan han servido para librarse de enseres inservibles, exorcizar malas energías y neutralizar demonios, hechiceros y brujas. Todavía en algunas localidades se queman fantoches (“Júas”, los llamábamos en la Málaga de mi infancia, una voz a medio camino entre Judas y el Juan decapitado, cuya cabeza en bandeja de plata evoca en algunas tradiciones el disco solar sobre el mar).
¿Que tendrán las hogueras de San Juan que el paso de los siglos no logran extinguirlas? La Iglesia, que sabía de su origen pagano, las condenó en el siglo VII: No creáis en las hogueras y no os sentéis cantando, porque todas estas costumbres son obras del demonio. No os reunáis en los solsticios y que ninguno de vosotros dance, ni salte, ni cante canciones diabólicas el día de la fiesta de san Juan, ni de otro santo. Además de no lograr impedirlas, vio cómo los musulmanes del Norte de Africa y de Al Andalus -movidos por sus propios resabios premahometanos- también festejaban ígnicamente a San Juan. El día de San Juan /es día de alegría/ hacen fiesta los cristianos /y los moros de la morería. Estos llamaban l’ánsâra a la fiesta y con ella honraban al profeta Zacarías, padre de Juan y ambos, según su fe, ismaelitas. La cosa no quedaba ahí, y conforme al romancero castellano, parece que hasta los judíos de Al Andalus también participaban en la celebración: Vánse días, vienen días, /venido era el de San Juan/ donde cristianos y moros/ hacen gran solemnidad/ Los cristianos echan juncia/ y los moros arrayán/ los judíos echan eneas/ por la fiesta más honrar.
Dicho así, pareciera que la celebración del solsticio fuera desde sus orígenes una ocasión estelar de confraternización. Hoy tal vez lo sea, no así en el pasado. Lamento decirle que en épocas primitivas, según informan Frazer y otros muchos antropólogos, los (in)humanos afanes purificadores hicieron arder vivos animales y personas en las hogueras. Sin viajar demasiado atrás en el tiempo, textos de Julio César, Diodoro, Posidonios y Estrabón, relatan que los celtas abrasaban vivos a criminales y a cautivos de guerra en el solsticio del estío, lo que quiere decir que incluso, la religión druídica -tan edulcoradamente hoy reconstruida por la New Age- cometía atrocidades contra el prójimo en nombre de la purificación colectiva.
Va siendo hora de poner el acento en lo que nos une, que es mucho. En ADCOME les deseamos un feliz solsticio estival y un verano libre de intolerancia y fanatismo.
María Viedma
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