-¿Cómo explica que se haya tardado tanto en entender las claves del monumento español más visitado?
-Porque no se había profundizado lo suficiente en la filosofía hermética que irrigó los campos de al-Ándalus desde su introducción en tiempos de Abderrahman II (822-852), dado que el arabismo español sólo había estudiado el famoso libro de alquimia Picatrix, de Maslama al Majriti, como único referente de la misma, así como su otro libro Rubat al hakim (Peldaño del sabio), que profundiza más en la alquimia mineral. De hecho, sólo se había estudiado la alquimia mineral en la España andalusí, pero no su hermana manor, la alquimia mineral, cuyo primer introductor fue Abdelmalik Ibn Habib durante el reinado de Abderrahman II. Así lo manifiesta en su ensayo Compendio de Medicina, donde ya expone los cuatro humores hipocráticos, habla de la tríaca sin explayarse, y nos ofrece otros guiños herméticos muy sabrosos, los suficientes como para colegir que este Ibn Habib, en su tiempo llamado “el erudito de al-Ándalus” porque había escrito más de mil libros de los que sólo han pervivido tres, fue hijo de Hermes.
-Todo esto usted lo expone en su ensayo La alquimia en al-Ándalus.
¿Le fue muy difícil seguir la pista a las más de cien alquimistas que detecta?
-De hecho hubo más de cien alquimistas en los ocho siglos de dominación musulmana de la Península, pues en muchos casos he dado con hijos de Hermes que dejaron huella a través de sus libros pero no con sus maestros. El problema de fondo es que la alquimia se ha estudiado como un fenómeno aparte de las otras disciplinas del gran árbol de la Sabiduría (como la filosofía, la medicina, la astronomía y astrología que en aquellos siglos fueron unidas, la agricultura, la botánica, la poesía…), cuando en realidad desde la Antigüedad griega fue una disciplina de la filosofía natural. Así se nos insinúa herméticamente –como no podía ser de otro modo- en los grandes filósofos helenos, como Platón, Aristóteles, los estoicos, los neoplatónicos como Proclo…todo ese fuego, esa antorcha, fue recogida por el
Islam al caer el Imperio Romano, y fue perfectamente engarzada en sus raíces. Por eso los grandes sabios espirituales islámicos buscaron sus espejos en los sabios griegos, y por eso destacan en las más variadas ramas del Saber. Eso fue lo que sucedió en la España andalusí, donde existió un renacimiento cultural del mismo tamaño que el Renacimiento italiano. El problema de fondo es que al ser de religión musulmana la mayor parte de esos sabios, no se han incluido en la Tradición española, y han sido despreciados por ésta, cuando son tan españoles como Séneca o Quevedo. Basta leer la poesía barroca de los andalusíes –por ejemplo Ibn al Jatib, Ibn Zamrak o Ibn Arabí- para detectar en ella la misma sensualidad y alambicado barroquismo que en los poetas andaluces que vinieron después. Sin embargo, los visigodos escribieron un único tratado en sus dos siglos de estancia en España, y los estudiamos como españoles. Y hay 1.800 sabios recogidos en la Biblioteca de al-Ándalus que sólo son estudiados por los arabistas. Una injusticia histórica descomunal.
-¿Y cómo penetró la filosofía hermética en al-Ándalus?
-Primero llegó la alquimia vegetal en la primera mitad del siglo IX, con Ibn Habib como hemos dicho. Los andalusíes que peregrinaban a La Meca, algunos de ellos, recalaban en la Casa de Sabiduría que en el 831 había construido el califa Al-Mamun en Bagdad, donde se traducían a los grandes filósofos grecorromanos. El califa Abderrahman II de al-Ándalus encargó a unos emisarios suyos que tradujeran la mayor cantidad de libros posibles, y ello fue lo que posibilitó el mayor florecimiento cultural en su época. Pero cuando alcanzaría su mayor esplendor fue al siglos siguiente, con el califa Abderrahman III (912-960), que convirtió a Córdoba en la capital de la Sabiduría del mundo conocido, despojando de su trono a Bagdad. Fue en esos años, hacia el 930, cuando entra en la capital andalusí el primer filósofo hispano-musulmán, Ibn Masarra, completamente imbuido de neoplatonismo y hermetismo. Dése cuenta que incluso el muy poco esotérico Miguel Cruz Hernández reconoce en su ensayo Historia del pensamiento en el mundo islámico que el gran nutriente de la filosofía islámica está constituido por dos grandes corpus: el Corpus hermeticum y el Corpus Yabiricum, que no es sino la islamización del primero, a cargo del gran sabio alquimista Yabir Ibn Hayyán –llamado Geber por los latinos-, autor de unos 500 tratados que tratan todas las ramas del árbol de la Sabiduría, desde la astronomía a la filosofía, desde la lingüística a la botánica y farmacología…e incluso escribe sobre el astrolabio.
-¿Fue entonces con Abderrahman III la gran época de esplendor alquímico?
-No exactamente. Abderrhaman III levantó el gran ideario hermético a nivel político: que bajo el Árbol de la Sabiduría convivan las tres grandes religiones monoteístas. Pero su reinado, largo y prolífico, es necesario estudiarlo con mayor profundidad. Fue un rey sangriento y déspota, aunque sus biógrafos afirmen lo contrario. Pero es cierto que hubo un renacer cultural. Se fundó la primera Universidad de Medicina de Europa en la primera mitad del siglo X, y a ella y a sus bibliotecas acudían sabios de los cuatro rincones del mundo conocido. Un hecho muy destacable fue el regalo que le hizo Constantino Porfirogéneta, el emperador de Bizancio hacia el 949: ni más ni menos que el Dioscórides, la materia médica más traducida del mundo. Pero no había traductores de griego, así que el califa se lo pidió a Constantino, y en el 951 llegó a al-Ándalus el monje Nicolás, que reunió en torno a sí a un grupo de médicos y botánicos, y juntos determinaron las correspondencias hispánicas de las seiscientas plantas que recoge el Dioscórides. Pero fíjese qué riqueza tuvo la Espala andalusí que unos siglos después, el
malagueño Ibn al Baytar herborizó otras seiscientas plantas más, con lo que enriqueció la farmacología una enormidad.
-¿Cuándo llega entonces la mayor difusión del hermetismo?
-No con Alhakem II (960-976), el primogénito de Abderrahman III, que contribuyó mucho a engrandecer la biblioteca del palacio hasta el punto de acumular 400 mil volúmenes. Ni tampoco con el fanático Almanzor, que destruyó la obra de tolerancia y amor a la Sabiduría de los Omeyas y transformó al-Ándalus en una dictadura militar, y persiguió a todos los sabios amantes de las “ciencias de los antiguos”, que es como se conocía entonces a la alquimia y a los saberes esotéricos. Tras su muerte, al poco tiempo llegó la guerra civil, y se sucedieron cinco califas en apenas veinte años, de modo que fue tierra sembrada para que llegaran los reinos de taifas. Y ahí sí se produce un renacimiento cultural indudable, pues los hijos de Hermes fueron a las cortes de los reyes de taifas a ofrecer su saber, y todo los que se había acumulado en Córdoba se dispersó por las grandes ciudades de la España andalusí, como Toledo, Zaragoza, Denia, Granada…fue precisamente en Zaragoza donde recaló un discípulo de Maslama al Majriti en 1060 con la famosa Enciclopedia de las epístolas de los Hermanos de la Pureza, la primera gran enciclopedia que recoge todo el Saber de su época. Desgraciadamente no está traducida al español, pero allí se trata de botánica, filosofía, astrología, medicina, numerología, mineralogía…y no dudo que todo ese caudal de conocimiento nutrió a sus lectores. Esa fue la causa del resurgimiento de Zaragoza como taifa donde se cultivaba la filosofía, cuyo máximo exponente fue el gran Ibn Bayya (Avempace). Pero otros filósofos como Ibn al Sid y su Libro de los Cercos, o IBn al Arif bebieron de ella, está demostrado.
-¿Coincide entonces la descomposición política de al-Ándalus con su gran renacer cultural?
-Exactamente. En la taifa de Toledo destaca Al-Zarquellu (Azarquiel) y sus impresionantes estudios astronómicos que deslumbraron al mundo. Otro sabio de Toledo de aquellos años fue el más desconocido pero no menos grande Ibn al Wafid, autor de la primera Materia Médica homeopática de Europa en pleno siglo XI: su Libro de la Almohada sobre medicina.
-¿Homeopatía en el siglo XI?
-En realidad era alquimia vegetal, que también trata la enfermedad mediante la curación por los símiles. Existen dos formas de curar según consignó Hipócrates: por los contrarios o por los símiles. Hipócrates se muestra partidario de ambos, y Platón en su Timeo se decanta por los símiles. Y en el Cármides habla de que la medicina griega trata el cuerpo mas no el alma. La medicina del alma, según el gran taumaturgo Apolonio de Tiana, nace con Pitágoras, y desde ahí se fue trasvasando por el mundo griego. Y hay que dejar claro que no existía entonces la homeopatía sino su madre: la alquimia vegetal. Ésta fue revelada a los filósofos hijos de Hermes y por eso los filósofos eran filósofos y médicos, como Ibn Rusd (Averroes). En el Renacimiento, surge la figura del gran médico suizo Paracelso, que inventa un nombre a la alquimia vegetal: la espagiria, derivada de dos verbos griegos: spao y gerein, es decir, separar y unir, solve et coagula. Giordano Bruno acusó a Paracelso de haber copiado su medicina de otro gran hijo de Hermes: Raymond Llull. Y éste tardó nueve años en aprender árabe para beber en las fuentes del conocimiento, y leyó a todos los sabios andalusíes. Todo esto lo explico en mi ensayo La mística oculta de al-Ándalus y su influencia en la España cristiana (ed.Almuzara, 2018), pues la mística oculta de al-Ándalus no fue otra que la del profeta Hermes, llamado Enoch por los cristianos e Idris por los musulmanes. Fíjese que Ibn Arabí lo califica como “el profeta de los filósofos”, porque desde la Antigüedad griega hasta los últimos filósofos del
Renacimiento italiano –Pico della Mirandola, Marsilio Ficino, Giordano Bruno- casi todos los filósofos fueron hijos de Hermes.
-¿Eso fue así en la España andalusí?
-Sí. Todos sus filósofos a excepción de Ibn Hazm fueron herméticos. Ibn Hazm no podía serlo por su excesivo literalismo, incapaz de leer los dobles sentidos de los textos sagrados. Pero he aquí que en árabe existe la interpretación literal –zahir- y la oculta –batin-. Todos los libros de los andalusíes pueden leerse desde esa perspectiva, y los guiños a Hermes son constantes, pero sólo son detectados por los herméticos. Igual sucede con el palacio de la Alhambra. Puede verse desde la literalidad como un majestuoso palacio construido por los reyes nazaríes, o puede verse con los ojos imbuidos de mirada batiní, de ocultismo, y entonces resplandece como los que realmente es: un monumento erigido según los cánones de la filosofía hermética.
-¿Puede desentrañarnos algo más?
-En la Alhambra existe un canto a la Unidad, a la unidad de todas las ramas del árbol de la Sabiduría. Por eso la poesía conecta con la astronomía, y ésta con la mística, y ésta con la filosofía…Para empezar, en la Sala de las Dos Hermanas vemos cómo existen cuatro colores: negro, verde, azul y melado. He ahí el viaje de transformación de la piedra, desde el nigredo al oro filosófico. En esa misma Sala majestuosa, contemplamos absortos su techo, que es un canto al cielo concebido a la manera islámica: los siete cielos, el Trono de las estrellas fijas, el del Escabel, y finalmente el Trono de Allah. Ibn Arabí nos desvela en un capítulo de su gran obra Las revelaciones de La Meca, cómo el filósofo y el adepto (que es el teósofo) van ascendiendo por los cielos astronómico siguiendo su orden natural: luna, mercurio, venus, sol, marte, júpiter, Saturno. En cada cielo, ambos, filósofo y teósofo reciben preclaras revelaciones sobre las correspondencias en la Tierra de cada esfera, pero las revelaciones más esotéricas las recibe el teósofo. Finalmente, al llegar a la esfera de Saturno el filósofo no puede continuar más, porque sólo se rige por la luz de la razón, pero sí el teósofo, que además se rige por la luz del corazón. De modo que atraviesa pleno de revelaciones las siguientes esferas hasta llegar en éxtasis al Trono de Allah, donde le es revelado el secreto de la existencia y el secreto de las aguas. Ése es el camino místico universal que entonces, en la Edad Media, se expresaba así. El hombre que conociéndose a sí mismo es capaz de transmutar sus defectos en virtudes y logra la ansiada perfección es el único capaz de convertir el plomo en oro. Por eso en la Alhambra vemos tan representada a la rosa, y hay una rosa de Ispahan en el Mirador de Lindaraxa: porque la rosa simboliza ese camino místico de transmutación, al ascender por el tallo repleto de espinas –símbolo de los defectos- hasta arribar a su perfumada corola, símbolo de las más hermosas virtudes que puede adornar el alma humana. Eso fue lo que hicieron los sufís andalusíes, y algunos de ellos dieron testimonio de ese viaje de transformación en sus libros sobre los Nombres Supremos de Dios, pues cada Nombre es una virtud que el sufí ha de coser a su alma. Ahí tenemos a Ibn Barrajan, Ibn Abbad de Ronda o el mismísimo Ibn Arabí.
-Entonces la Alhambra es un monumento a la mística.
-Sí, pero entendida herméticamente. Sin salir de la Sala de las Dos Hermanas, el poema ahí insertado, precioso, afirma “Jardín yo soy que la Belleza adorna/ sabrás mi ser si mi hermosura miras…/ incrustarse los astros allí quieren.” He ahí la hierogamia, el matrimonio místico entre el Cielo y la Tierra a través de un Palacio que canta el sentido de la vida del hombre en el mundo, que no es otro que unir su alma a Dios. Este poema se ha adjudicado a Ibn Zamrak cuando en realidad es de Ibn al Jatib, pues éste fue hijo de Hermes como claramente se revela
en sus libros, mientras que Ibn Zamrak fue un traidor a él, que fue su maestro y valedor, y sin embargo Zamrak contribuyó a que se le juzgara como herético, y participó en su muerte por asfixia en una cárcel de Fez. No hay que olvidar que por muy esotérico que se fuera, había que tener cuidado con los alfaquíes, y aquí pesaron razones de peso político para defenestrar al llamado último gran sabio andalusí, Ibn al Jatib. El califica a la Alhambra como “novia dulcificada por la lluvia a la que cortejan los astros”. Otro indicio de hierogamia. Emilio García Gómez, el gran arabista, afirmó que la Sala de las Dos Hermanas está dedicada a la aleya coránica donde el Profeta Muhammad asevera que un hombre no puede casarse con la hermana de su esposa, y tilda de falso místico a Ibn al Jatib. Con todos mis respetos, he ahí un ejemplo de cómo el arabismo español ha estudiado a la España andalusí desde la mirada literal, no la oculta, y se ha perdido no sólo lo más sabroso de las perlas que nos legaron nuestros sabios, sino la verdadera intención desde la que fueron escritas sus obras de sabiduría. Cuando contemplas a la Alhambra desde esta perspectiva, se te ilumina toda, y comprendes mejor su absoluta belleza.
ADCOME no se responsabiliza de las opiniones de las personas entrevistadas ni necesariamente las comparte.
Asociación para el desarrollo cultural y económico entre Oriente Medio y Europa
من أجل التنمية الثقافية والإقتصادية بين الشرق الأوسط و أوروبا
Association for development cultural and economic between the Middle East and Europe