Usted no tenía antecedentes artísticos en su familia. ¿Por qué decidió ser artista?

Lo más parecido a un artista en mi familia fue mi abuelo materno, un guardia de asalto represaliado de la república, quien, tras pasar varios años en la cárcel tras la Guerra Civil española, volvió a casa con la tuberculosis que se lo llevó; y que, a pesar de ser un comunista mordaz, realizaba exquisitas tallas de vírgenes católicas. Nunca llegué a conocerlo, pero a veces me gusta pensar que un hálito de él se quedó flotando por aquí. Con respecto a ¿por qué decidí dedicarme al arte? ¿Quién o qué elige? Es una pregunta fascinante. Hay una frase en "Fragmentos de un evangelio apócrifo" de Borges que de alguna manera da algo de sentido y paz interior a la cuestión del libre albedrío, “La puerta es la que elige, no el hombre”. ¿En qué sentido somos dueños de nuestra elección y de lo que deseamos? No lo sé, pero en la observación del deseo y no tanto en su cumplimiento es donde creo que hay un mundo por descubrir.

¿Cuáles son los aspectos más importantes de los que trata tu obra?

Mi trabajo suele ser una meditación a tres voces; una de ellas parte de la experiencia de querer instalar un hogar en los espacios en los que intervengo, crear un vínculo, un arraigo y un presente a modo de site-specific; otra es la forma en la que se cristalizan las experiencias y, para ello, elaboro máquinas simbólicas a modo de escultura/artefactos significantes; por último, enfrentarme al otro como enigma para ayudar a ser, y aquí es donde integro al actor o performer en el montaje expositivo como ente vivo en la obra.

¿En qué estás trabajando en este momento?

En este momento estoy terminando de perfilar mi próxima exposición en SCAN- Spanish Contemporary Art Network Foundation (Londres). Será una serie de instalaciones de sala en las que trato el naufragio como redención mediante la permanecía en los estados fallidos. Por otra parte, estoy desarrollando una serie de esculturas partiendo de ajuares y arte bizantino, pero con procesos y materiales de la industria. En otra esfera, estoy empezando a proyectar intervenciones site-specific expandiendo la escultura, el tiempo y el espacio con las incorporaciones de actores/performers, aunque ahora mismo está en un estadio muy inicial.

¿Puedes hablarme de sus fuentes o referentes?

Por mi forma de trabajar, es más natural en mí partir de textos que de imágenes en sí mismas; me cuesta materializar ideas que salgan de la música, el cine o de casi cualquier otra representación artística. La materialización de textos en artefactos físicos funciona en mí como la encarnación de una idea, y estos aportan más elementos de trabajo y referencias de las que tirar, ordenando y acotando la obra para que no se escape. Estos textos suelen ser teológicos, de filosofía, ciencia o literarios. En este momento estoy enfrentando dos textos a modo de bisagra en torno a una misma idea representada de forma antagónica. Estas obras literarias son el Libro de Job y el Fausto de Goethe. En otras ocasiones hice lo propio con la idea de paraíso partiendo de Milton, Carpentier, Delumeau…, o con la idea de naufragio, con Txomin Badiola, Poe, Melville, y Albar Núñez Cabeza de Vaca, entre otros.

¿Hacia dónde crees que va el arte contemporáneo actual?

La idea del mundo del arte para una persona que es de un continente periférico, en país periférico, criado en un barrio periférico de una ciudad periférica es bastante compleja. Creo que actualmente se está imponiendo una imagen de lo universal que no es del todo cierta en detrimento de lo local. Estoy firmemente convencido que lo realmente universal en el ser humano está conformado por infinitas singularidades que presta lo cercano, lo local. Por eso creo que el arte elaborado fuera de las grandes plazas actuales debería servir como foco de resistencia y refugio de la diversidad de identidades. En mi caso, el Mediterráneo: sus culturas, razas y religiones.